Puedo seguir lo que la vida me enseñó y dejar que viva la vida que día a día me demuestra que vive: una en la que no hay espacio para mí, o puedo hacer caso omiso y estrellarme contra la muralla. Ya tomé la decisión, cogeré un vuelo a Mallorca y estaré; que si tiene esposa e hijos lo mejor es conocerles de una vez, que él se merece vivir la vida que él quiere o a la que está acostumbrado y descubrirse, pero que yo también. Entonces no importa más lo que él diga, cojo un par de vuelos y me empeño en gracia a la locura que es la búsqueda de la felicidad, quizá lo veo y quizá no, quizá está y quizá se va, pero lo que es seguro es que yo no le doy largas a la vida, ya no más. Tras una noche y madrugada de aventuras, lágrimas y miedo pero también sonrisas, he partido.
Pero bueno, ¿y la vida no me da un break o qué? Da la casualidad de que estoy leyendo este libro de guerras no declaradas mientras estoy hablando por teléfono respecto a una que sí que lo está, que para unas personas lo ha sido por los canales de noticia o las redes sociales y para otras lo ha sido porque perdieron algo o alguien a quien querían, por el estremecimiento de una bomba. La impotencia, la incertidumbre, la rabia que da cuando el mundo te grita maldades, te dice una vez más que no hay esperanza, que no es justo ni bueno. Perdí el vuelo. En los algunos años que llevo viajando nunca me había pasado y me siento estúpida, frustrada…pero ni siquiera en este momento puedo arrepentirme de las razones por las que lo perdí, ha valido la pena. Estar SIEMPRE vale la pena, nunca sabes cuándo no será posible.
Estoy aprendiendo no solo a sufrir en silencio, sino a no sufrir. Un viaje a una isla a la que podría llegar nadando ha terminado siendo un viaje ida y vuelta a otro continente, pero en realidad ha sido a otro mundo. No estoy segura de si es mi determinación a ser feliz, las horas sin dormir, las posibilidades, o este mar de colores, pero Mallorca pinta de ensueño. Qué bien me hace el mar, su inmensidad, carácter y fragilidad, qué bien me hace volar y qué bien me hace caer en la realización de que ya no estoy persiguiendo solo placer. El balance del mundo no está en que a lo bueno, lo bueno y a lo malo, lo malo; está en lo gris, está en lo bueno lo malo, lo malo lo bueno y lo que no pasa también. Entonces da un poco igual que no lo veo hoy y que quizá no lo veo nunca más, total fue una sola noche ¿qué tal si no solo soñada sino también solo un sueño?
Releyendo esto para no perder el hilo, me causa gracia hablar de esto como hablan las personas que lo pierden todo cuando “hacen el amor”, nunca fui así y no empecé ahora. No he perdido la cabeza por tener sexo con un desconocido o con un tipo que tiene el mismo nombre que tres de los protagonistas de alguno de mis libros. No es mérito suyo, es culpa mía. Yo que no pienso dejar que mi vida pase frente a mis ojos nunca más; yo que me perdí de dos años no pienso perder un solo segundo de nuevo.
Pero una voz me dice que pasa por mí, joder pero ¿no pasa de mí? Es la voz de él así que toca creerle. Y nuevamente, no sé si es la adrenalina abandonándome, si es GABA activándose o si la serotonina y oxitocina se acabaron pero no me dan ganas de saltarle encima. No tenemos la misma energía, no me escucha y su boca va de un lado a otro hablándome de cien cosas a la vez y mi mente no está. No sé bien si estoy apreciando lo bonito que es todo o lo lejano que se siente. Y ya está, las cosas se acaban (o quizá es que nunca empiezan).
Pero pasa algo en paralelo: es que estos besitos me saben cotidianos y, por ratitos, tú también… Ya no sé si estoy incómoda o muy cómoda, de pronto la idea de estar cómoda también me sabe un poco mal. Pero la inmensidad de la orilla, de todas las posibilidades del mar no me dejan pensar, solo estoy aquí y tú estás aquí y estamos. No importa lo breve del espacio entre ringtone y ringtone, esa brevedad me basta por ahora. Tu sonrisa ya no está tan brillante y mi piel y mi cabello son un desastre, necesito un facial, años de sueño y nunca haberme cortado el cabello. Mi sonrisa tiene rezagos de decepción y tus ojos ya no tienen espacio para ilusiones, ya no me desvistes igual. Tengo tantas cosas que preguntar que no se me ocurre ninguna pregunta. ¿ella está bien? ¿Cómo está tu papá? Y ¿tú?
Y ¿quién eres?
¿Qué te quita el sueño en este momento?
Hay tantas cosas sucediendo en el mundo, en mi mundo, en tu mundo que cualquier pregunta se hace un poco vana así que, por una vez, callo. Quiero escuchar lo que tengas que decirme, las risas, los llantos, los gritos y silencios. Escuchar lo que no quieras decir y mirarte a ver si me hago una idea de qué está sucediendo. Qué ganas de hacerte una guerra y al mismo tiempo paz, pero es que no sé qué me pasa, ¡qué ansiedad! Tendré que contentarme con solo hacerte el amor.
Ahora lo sé: lo que me incomoda de la comodidad es la monotonía. Estoy como para un retiro pero en el mar, o en las brasas de un fuego que quema eterno; estoy como para estar quietecita y que de pronto haya un oleaje fuerte o el viento sople que haga como que apaga la llama (pero no). Estoy como para que me encuentren en la mitad. Vivo de la emoción, me alimenta la búsqueda de aventura, soy altos y bajos, y tormentas y diluvios, soy la página en blanco en espera de tinta o repiquetear. Que me llegue la vida, que me inunde, me lleve, me ahogue; que cada día sea un vasito de agua en tiempos de sequía, que cada minuto sea una hoja de Word con fuentes de hace mil años y mi disco duro externo sea eterno.
Me rehúso a ver las nubes en el cielo y no alucinar forma de qué tienen, me rehúso a que lo calmado del mar sea lo añorado de mi barco, me rehúso a ir a la playa a broncearme y me rehúso a ir a entrenar con maquillaje. Me saben mal los límites (que con este diagnóstico me los salto igual JAJA)
Ya… esto lleva un par de horas aquí abierto y no escribí más, que no sé si se notó en los párrafos anteriores, pero estamos a destiempo. Que sí, que estoy en el futuro hablando de un pasado que ni pasó o quizá en el presente soñando con un futuro que quién sabe. No, definitivamente estoy en el presente soñando con el pasado por un futuro que no existe.
Entonces, les decía que hoy he tenido un día duro en el trabajo. Bueno, no. Que no ni ha sido duro ni ha sido en el trabajo, ni siquiera ha sido solo hoy. ¿Será que esta vaina de mentir en realidad sí se me da muy bien?
Estoy saltando de párrafo en párrafo haciendo 3 o 4 líneas mientras a penas media página más arriba llevaba un párrafo como de 8, pero es que ya me olvidé de la gramática y lingüística que tanto me apasionaba en la escuela. ¡Olvídese! que ya no sé ni cuándo es “s” o “c” que los días de interpretación me llevan a pensar en S de culebra porque “ajá, la forma pues” me dijo una persona para la que interpreté alguna vez. La cosa es que, aunque a primera vista las cosas no tengan sentido, ¿qué tal si solo necesitamos mirarlas un poco más detenidamente, bajo otra luz? Yo, por ejemplo, bajo la luz de Estados Unidos o la de España aparentemente me veo preciosa, incluso cuando tengo la piel hecha mierda. Y la S es tan culebra como el amazonas si en vez del sonido que emite, miras cómo se mueve. Y estos párrafos, a lo loco, intentan decir una cosa: que acabo de ver una peli y ahora es como mi nueva favorita.
Decía -unos párrafos antes- algunas cosas a las que me rehúso porque quiero dejar en claro que no quiero monotonía, no quiero que hagamos lo que se supone, no quiero que la emoción se acabe. Soy una persona reactiva y tengo tendencia a buscar lo que me causa placer y únicamente lo que me causa placer, pero claro es que ¿cómo coño esperan que busque lo que me pone triste? ¿se creen que a uno le encanta pasar de euforia a hacerse bolita mirándose frente al espejo mientras las lágrimas caen en el teclado? Ya… que no voy a mentir, en ocasiones (más de las que me gustaría admitir a la parte de mi ser que es una superada) quisiera ser normal. Quisiera ver una película y no reírme a carcajadas en medio de mi sollozo de esos en los que ya tengo la carita roja y el pecho me da lo que basta para el siguiente suspiro y más nada, quisiera leer un libro y cerrarlo y ya está, quisiera ver una serie y no tomar rasgos de los personajes, quisiera verme al espejo cada segundo y amar cada parte de mí igual que el anterior segundo, y quisiera no haber dejado la universidad y también haberme decidido por una puta vez a estudiar la carrera y punto, no proponerme “ser feliz”.
Quisiera, a veces (solo a veces), saber qué se siente tener una discusión antes del momento de acostarse y poder dormir, quisiera saber qué se siente estar solo nerviosa en vez de ansiosa, no sentir el miedo de abandono de manera tan inconsciente pero tan profundo, quisiera mantenerme en una emoción por más de lo que tarda en venir el siguiente estímulo. Quisiera saber si las otras personas también sienten estas cosas como hormigueos y suspiros repentinos cuando escuchan una canción, quisiera saber si tú también te carcajeas con las palabras de un libro y lloras cuando lo acabas porque quieres más.
Pero lo que más quisiera es no querer nunca “ser normal”, que nadie quisiera que fuese “normal”, o al menos encontrar una persona -solo una-que entendiese que estos deseos de ser “normal” vienen de que la gente necesita que uno sea como ellos para sentirse bien consigo mismos y sus demandas; que lo entendiera y supiera también lo feo que se siente que alguien te haga emocionalmente responsable de ellxs aún sabiendo lo emocional que ya eres tú.
A lo que voy es que no es que quiero las aventuras y huyo de la monotonía porque le tengo miedo a la tristeza o a lo aburrido, sino que quiero permiso de mí misma y del mundo que elijo para poder sentirlo TODO, que dejen de decirme “empática” como si fuera una debilidad, “sensible” a modo de insulto y soñadora porque mis metas no cuajan en el recuadro. A lo que voy es que quiero ser feliz y no estar sola (tacha eso) y tener con quién más compartirlo.
¿No te parece bonito juntarte con gente que no te corte las alas? Ganas de “SÍ A TODO” ganas de complicidad, de alguien que te escuche y que abrace cada parte brillante y reluciente y cada parte oscura y tenebrosa: que las twisted sisters también merecen ser amadas, ¿sabes?
Es que no lo entiendo, son ganas de joder ¿cierto? Porque ¿qué pasa con la gente que necesita ponerme en su esquema cuadriculado, ubicarme en el plano cartesiano y en una época y generación para comprenderme? Hola, soy “Liz” y no “Eli”, que sí, mi nombre es Elizabeth y es un nombre precioso y me encanta. Que sí, que creo que puedo cambiar el mundo y al mismo tiempo siento que no soy suficiente para maquillar a alguien ni aunque llevo más de 100 diplomas que demuestran lo contrario. Que sí, que soy intolerante a la lactosa pero ¡cómo me encanta el queso! Que tengo --- y no necesito ser salvada, solo un poco de paciencia. Que en ocasiones soy la puta ama, una jodida diosa, y a veces solo soy guarra y estoy jodida. Y sí, que creo en el amor.
Que escucho música clásica, música regional, y géneros que ni pista de qué son y bailo perreito bellaco en lo claro de una plaza porque el reggaetón fue el lugar donde siempre me sentí yo: empoderada. Es que demórate un poco y conóceme, ¿no? Que deja de reírte porque no me sé el nombre de la canción ni el artista porque te recito la letra completa con todo y el sonido del bajo. Que no tengo idea de quiénes son esos en la pantalla pero te hago el acto como si fuera el reemplazo de la protagonista. Que me dan tantas ganas de contarte cada rincón de mi alma, un mapa con una equis porque, aunque tengo baja el autoestima, estoy convencida de que soy un tesoro.
Si no te molestan mis intensidades, mis izquierdas y subidas, quédate.
Mentira.
No me interesa que te quedes.
Mentira de nuevo…
Sí que me interesa; pero no porque “no te molesta”, tienes que tener más motivo para quedarte porque para conocerme hay que hacer esfuerzo, no soy para cualquiera. No estoy más para las personas que no tienen el alma suficiente de dejar a las personas ser y ya está. Es que ¡qué mierda! No sabemos pero tampoco queremos aprender. Es más fácil intentar convertir a todas las personas en un cuerpo fijo al que podemos nombrar, señalar y catalogar, pero se me ocurre que las personas somos más bien sombra, lo tenemos todo: el cuerpo sólido, luz y oscuridad y eso está bien también, ¿no?
No quiero monotonía, no quiero común, no quiero nunca hacer sentir a una persona que tiene que ser “normal” o que no puede soñar o que no puede simplemente ser. Y esto no significa que solo quiera euforia, que solo piense en satisfacer cada uno de mis deseos más locos y sea todo risas y alegría y flores y colores y días soleados y cristales claros (que de paso no podría, ¡con lo que me encanta la nieve!). Lo que quiero es alguien a quien le dé igual pelear con todxs porque sabe lo que quiere, alguien que se atreva, alguien a quien le guste estar solo, a quien le guste escuchar, a quien le dé miedo las cosas y se lance y llore y ría, alguien a quien se caiga a la pista de rodillas y se rompa el pantalón y siga jugando aún cuando la herida arte y la sangre pinta.
Quiero que seamos alguien que pueda amar tan bonito que entiendas que no necesitas ser nadie más, ni ahora ni antes ni nunca.
Tú y siempre tú. Yo y siempre yo. Y nosotros, por el tiempo que sea, porque cuando se ama es siempre.
Está bien, luego del monólogo de dos páginas sobre la monotonía y mi discurso interno, volvamos a la agenda del texto: una pequeña historia.
Pero mañana, hoy estoy drenada…
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