La Bienvenida

Tengo la esperanza de volver a recordar muchas cosas que me suceden, pero sinceramente cada día se hace más difícil.

Me encuentro entre el ataque constante de situaciones y momentos que dejo de lado, reemplazo, o se me olvidan inevitablemente.

Puesto que, mientras llegan momentos nuevos, y hacemos espacio para acumularlos junto con los “viejos”, de alguna manera, estos no se recuerdan con el mismo fervor.

Pasa el tiempo y es complicado recordar acontecimientos sin ningún tipo de ‘material de apoyo.’ Una foto, un texto, o cualquier evidencia de eso que pasó, eso que dije, eso que vi.

Por eso necesitaba hacer (me) esto, y también por otras muchas razones.

Llegué a un punto donde necesito soltar. Y a la vez abrazar todo lo que estoy viviendo.

No es un “desahogo”, es mi terapia. Mi propia conversación.

Necesito más diálogos conmigo misma. Más palmaditas en la espalda. ¿Aprobación? Quizá. Pero también internalizar cuando no todo es ’bonito o bueno’. Porque eso también es parte de...

La verdad es que debí haber comenzado con esta especie de albergue muchísimo tiempo antes.

Pero nunca existe el momento ‘correcto’, y siempre existe el miedo, e incluso peor aún, el mismísimo autosabotaje.

El “no sirvo para esto”, “no será suficiente”, “a nadie le interesa”.

Y mi forma de callar todas esas asunciones fue pensar en vencer a mi peor crítica, yo. Cero expectativas, cero juicios. Yo vs. mi otra Yo.

Es así como creo que encontré ‘el momento’. Ese momento donde me siento cómoda y más ligera para hacerlo, sin ganas de llenar o rellenar ningún espacio que no sea mi propia alma.

Dejé de preocuparme tanto por llegar a ver la meta y empecé a concentrarme -sin correr- en ‘el proceso’.

El proceso de encontrarme a mí misma, de descubrirme, de comprenderme, de disfrutar y de querer mi ser.

Eso es exactamente lo que llevaba tiempo necesitando. Eso que me diera las herramientas exactas hacia la búsqueda constante de la (mi) plenitud personal.

Ya empecé.

-LS

El primer mes de Liam

Debo decir que estos treinta y un días han pasado como un soplo acelerado.

Han sido días cortos, días largos, noches cortas, noches largas. Pero en sí, en todos ellos ha habido una característica en común, las emociones.

Me encuentro en mi estado más vulnerable, más emocional, más retador. Tanto física como mentalmente.

Pensé que durante todo el embarazo, iba a estar en mi pico más sensible, pero estaba muy equivocada.

Y así, como no me preparé para ese torbellino emocional mientras estaba gestando, mucho menos lo hice para lo siguiente; el posparto.

Me he encontrado sola, con millones de preguntas, y se ha despertado en mí una ansiedad tormentosa de saber si estoy haciendo las cosas bien o mal, o si podría estarlas haciendo mejor.

He tenido que escarbar dentro de mí para hallar la fuerza mental necesaria y dar todo. Bien es cierto el dicho: mamá feliz, bebé feliz.

Toda esta experiencia (que está en pañales como Liam), me tiene muy sorprendida. Porque no sabía que podía llegar a ser tan paciente, tan entera, tan fuerte.

En cualquier otra situación hubiese dudado de mí misma, pero eso ya no existe. Mi hijo me ha hecho desarrollar una capacidad gigante de sobreponerme, componerme e ir más allá de todo.

Han sido también, momentos de dicha máxima, de un amor tan inmesurable que abarca mi cuerpo y mis sentidos.

Desde luego que no ha sido perfecto. Hay madrugadas donde no aguanto el llanto. Donde siento que no puedo. Donde me siento tan irritable que me da pena.

Pero me prometo a mí misma tener paciencia, y seguir. Que todo pasa.

No por mí, porque ahora mismo no siento que yo misma sea mi prioridad, y sé que está mal decirlo. Pero no me da pena reconocerlo.

Estoy bien consciente de que para dar lo mejor de mí, debo sentirme bien primero. Pero también entiendo cuando se me olvida.

Porque siento culpa si no pongo a mi bebé primero, por encima de cualquier otra cosa, y que el resto puede esperar.

He tratado y estoy tratando de conseguir el balance que necesito para armonizar la situación. Para no olvidarme de mí y para dedicarme a Liam lo más que pueda.

Casi olvido mencionar que estos 31 días me han enseñado tanto. Y yo sé, yo sé que falta muchísimo, también sé que apenas voy comenzando.

Pero es que de verdad, apenas sabes que algo dentro de ti empieza a formarse, te entra una sed incontrolable de hallar información, de aprender, de prepararte.

Así que sí, nos vamos enseñando conforme pasa cada instante, y nunca es suficiente, es constante, y es maravilloso.

Gracias por estos 31 días, hijo. Has sido lo más increíble que le ha pasado a mi vida en estos casi 27 años. La forma en la que necesitas de mí, es la respuesta a todas mis preguntas. Porque también es lo que necesito yo. Es la única manera que tengo de asegurarme de que este vínculo que tenemos tú y yo, es perfecto. Lo demás es simplemente lo demás. Te amo y te amo cada día un poco más. Y cada hora, y cada instante, eso crece. Sé que habrá momentos en los que dude y tú estarás allí (como cuando te pegas a mi pecho y te sostienes de mí), para darme todo el impulso que a veces no puedo sacar. Eres un bebé maravilloso, y también tienes tu carácter. Estoy orgullosa de ver todo lo que vas creciendo. Definitivamente estamos haciendo las cosas bien. Y aunque no puedo esperar para ser testigo de tus primeras risas, tus primeras palabras, tus primeros pasos, voy a disfrutar que seas mi bebé y tenerte en mis brazos, por todo el tiempo que pueda. Siempre digo que mi mundo ya había cambiado cuando supe que iba a tenerte, y ahora que llegaste a mi vida, todo es mejor. Completaste mi existencia. Te amo.

-LS

“Las madres necesitan tanta atención como un recién nacido, porque ellas también han nacido”

Ayer —

Ayer de madrugada pasé un buen rato buscándome en aquella persona que vi en el espejo. No me conocía. No reconocía esta vida nueva.

La maternidad es un apuro constante, es estar o tratar de estar siempre al cien.

Tanto ocupar mi mente en otras cosas, que sinceramente ya no pienso tanto en mí.

No había sido capaz de notar que tenía ya varios días con unas ojeras kilométricas y un intento frustrado de moño, con resortes salientes por toda mi cabeza.

No me había depilado las cejas en quién sabe cuánto tiempo. De hecho, no puedo recordar cuándo fue la última vez que lo hice.

Mi pijama tenía una mancha de muy extraña procedencia. Y yo todavía sin darme cuenta.

Agarré una rabieta interna conmigo misma. Porque sucede que ya no me reconozco, y me entra un miedo inexplicable.

Aproveché unos no sé, quizá, 10 minutos a solas en el baño. Cosa que no pasa muy seguido ahora.

Entendí que más nunca fui yo. Quiero decir, enteramente yo para mí. Porque ahora debo ser para alguien.

Ser esas manos, esos brazos, ese escudo, esa fuerza.

Porque le debo mi ser a otro ser. Porque me necesita, porque mamá es su universo. Y porque simplemente no conoce otra cosa.

Sería muy egoísta exigirle una forma diferente, ¿Cierto?

Mi pequeño siente una necesidad desenfrenada de encontrarme allí, aún cuando no me necesita.

Y sí, es bonito fantasear de vez en cuando con mi vida de antes. La vida sencilla. La vida de yo y yo, nada más.

Pero esa vida murió y yo he vuelto a nacer. Y aunque no me conozco todavía, prometo hacer el esfuerzo.

Horas más tarde, me di un baño de solo minutos, mientras bebé dormía. Cepillé mi pelo, cambié la pijama por ropa medianamente decente, digo, para al menos estar en casa.

Depilé mis cejas, hidraté mi piel, y todo -lo juro- en solo minutos. Pero lo más importante, no me costó.

Dejé de hacer cualquier otra cosa que pudiera esperar y dediqué una pequeña dosis de tiempo para mí. Para la nueva yo.

No tenía idea de que gracias a eso, la tarde tendría otro aire.

Pasamos incluso buena noche, después de varios días de poco y mediocre dormir.

Agradecí profundamente que aunque todavía no sé muchas cosas, hay una de la que sí estoy segura.

Muy dentro de mí sigue la voluntad de levantarme, mirarme y decir: Vamos, tú puedes. Eres capaz. Ponle ganas.

Esos pequeños esfuerzos que sé que valen la pena, porque aunque ya no me pertenezco solo a mí misma, todavía puedo hacer cosas por y para mí.

Y no viene del ajeno: “tienes que arreglarte; no te descuides”.

Viene de adentro, y eso es lo más bonito.

Mamá-ntando —

La historia de mi lactancia

Durante un tiempo creí haberme preparado ‘suficientemente’ para amamantar. Me propuse practicar lactancia materna exclusiva con Liam como método de alimentación, y solo eso.

Yo solita leí y leí, busqué videos, en español, en inglés, imágenes, etc. Todo lo que pudiera ayudarme a simplificar un poco más toooodo el conocimiento sobre el método que había elegido, con el plan de que fuese lo más exitoso posible.

Liam nació mucho antes de lo esperado, y muchos saben que yo no tenía preparado ni el bolso del hospital (en serio).

Pero yo me sentía ‘preparada’ para amamantar. Ja.

Como él se adelantó unas cuantas semanas, muchos miedos pasaban por mi cabeza. Todo eso, más los nervios y la ansiedad del trabajo de parto.

Nació y rápidamente me informaron que debía permanecer unas horas en el NICU.

Mientras estuvo en cuidados intensivos neonatales; me dijeron específicamente, que el tiempo que necesitaba pasar en observación era para supervisar su desarrollo alimentario.

Por nacer unas semanas antes, era muy probable que le costase comer por sí solo. Que le fuese difícil agarrarse al pezón, e incluso que el tragar y succionar, eran tareas que podían llegar a ser trabajosas para él.

Hicimos el ‘método de canguro’ desde el primer momento en que nació, pero fue hasta una hora después que pude pegarlo a mi seno izquierdo por primera vez.

Tenía la boquita más preciosa y chiquita del mundo, pero sí. Costaba mucho el ejercicio de succión.

Se quedó dormido muy rápido, sin embargo, decían que lo hacía bien. Que juntos lo hacíamos bien.

Y yo empecé a pensar que quizá los tutoriales en YouTube no me habían preparado para esto. Para la realidad. Porque cada realidad es distinta. Cada vida es distinta.

Me sugirieron comenzar con una alimentación triple y programada. Consistía en amamantar una media hora para reforzar el ejercicio de succión, extraerme leche con un extractor doble por unos 10 - 20 minutos (variaba entre horas), y luego darle lo que me había extraído. Todo esto cada 2 a 3 horas. Máximo.

Al principio pude entregarle todo el calostro que mi cuerpo produjo para él, conforme pasaron los días, bajó mi leche y poco a poco fue transcurriendo mi estadía en el hospital (3 días).

Conté con las mejores atenciones, la máxima orientación de consultoras de lactancia, enfermeras, etc.

El verdadero desafío fue llegando a casa, porque aunque nuestra programación de alimentación la seguía al pie de la letra, el cuerpo a veces nos hace malas jugadas.

Se me obstruyeron los conductos mamarios, me apareció un absceso debajo del brazo, Liam se quedaba dormido el 80% de las veces que lo alimentaba, semanas más tarde tuve fiebre, coincidió con su primer brote de crecimiento, algunas veces prefería tetero en lugar de mi pecho. Sinceramente yo no podía más.

No era lo suficientemente fuerte ni física ni mentalmente. Mi agotamiento era evidente, y yo no sabía qué hacer.

Supongo que tuve que armarme de paciencia y entereza, porque hoy en día miro hacia atrás y no sé cómo lo hice.

Es la mayor muestra que me he dado a mí misma de que todo pasa. Es cuestión de tiempo.

Hoy en día, a 4 días del segundo mes de vida de Liam, puedo decir que todavía no me siento ‘preparada’ para decir que mi lactancia ha sido -o está siendo- completamente exitosa.

Cambiamos un par de cosas; decidí cambiar la alimentación programada a lactancia a libre demanda, y con el extractor, no pongo horario, trato de extraerme leche cada que puedo.

Hay días difíciles, días en los que lloro, y él llora, y quiero rendirme, y duele mucho. Porque quiero darle todo lo mejor de mí. Pero también quiero estar en una buena posición ahora no solo física y mental, sino también emocionalmente.

Porque la conexión, el vínculo que he podido crear junto a mi hijo y el amamantarlo, ha sido de otro mundo. Tan natural, como con sus cosas buenas, malas, bonitas y no tanto.

Aún así, me siento orgullosa de mi voluntad y disposición, todos los días puesta en pie para dar, dar, y dar. Sin importar.

Mi consejo es; por más que te prepares para algo, para lo que sea en la vida; el no prepararse, es un ejercicio mucho más gratificante.

Te permite activar ese instinto de supervivencia que tenemos allí. De querer sobrepasar cualquier situación que nos haga sentir indefensos, incapaces.

Este viaje ha sido inexplicable. No sé en realidad cómo nos irá en adelante, pero el punto es que por ahora me lo disfruto como puedo.

Tampoco me cierro a cualquier otro método o técnica, si dada la situación, necesito optar por ello.

En el mundo de la lactancia, pienso yo, no se debe ser radical. El trabajo de madre lo puede hacer cualquiera que se preocupe por alimentar a sus hijos de la forma en la que sus hijos lo necesiten.

Yo por mi parte, he hecho y sigo haciendo todo lo que puedo, no lo que siento que ‘debo’ según lo que uno ve o lo que dicen. Y siempre acompañado de mi mejor amigo, mi instinto.

Juzgar, señalar, comparar, no es bonito, ni tampoco está bien.

Hay que abrazarnos más como mujeres y como madres, reconocer la maternidad como el trabajo más complejo que existe, y que todo lo que hacemos por nuestros hijos y su futuro, es maravilloso.

“La maternidad cambia todo. La manera en la que vestimos. La manera en la que pensamos. La manera en la que amamos. La manera en la que planeamos nuestros días. La manera en la que dormimos. La manera en la que comemos. Así que sé gentil con la nueva TÚ, aprenderás a amarla a ella también.”

Before you were conceived I wanted you
Before you were born I loved you
Before you were here an hour I would die for you
This is the miracle of love.

Author: Mareen Hawkins

Auto-exigencia

Llevo varios días pensando en lo mucho que me asusta y me afecta el ser auto-exigente. No sé si es algo que se ve levemente intensificado debido a esta cuarentena obligatoria, o son ideas mías. En fin.

Me aterra porque es una palabra -de por sí algo fea- que constantemente reaparece en mi cabeza.

Me gustaría que no fuese así, desde luego. El auto-sabotaje o la auto-exigencia, es la auto-contaminación, si podría decirse así- a/en contra de tu propio ser.

El auto-cuestionamiento, cosa que va de la mano, también ha sido un componente esencial durante años en mi vida, es decir, siempre es algo que se ha manifestado y materializado en mí desde que tengo memoria.

Pero siempre hablo de que al ser mamá todo rápidamente se transforma, y lamentablemente todos estos sentimientos y todas estas emociones se multiplican.

A veces pienso que todo viene desde hace mucho tiempo atrás, y hace días me topé con algo que me llamó muchísimo la atención.

El criar a nuestros hijos, supone también el adentrarnos en nosotros como niños, es decir, profundizar en nuestra crianza, nuestras vivencias, nuestros recuerdos. Es literalmente volver a ser niños una vez más.

Es -para bien o para mal- buscar referencias, copiar ejemplos, repetir conductas, emplear patrones, entre otras cosas. Y digo en ocasiones para mal, porque depende mucho de la infancia que hayamos tenido y cómo crecimos en consecuencia a eso.

Y sinceramente es algo que me causa mucha ansiedad emocional, porque criar a un hijo a veces -o siempre- es pensar: “Todo lo que estoy haciendo, tiene y tendrá un efecto temprano o tardío en el comportamiento, habilidades, forma de ser y desarrollarse, de mi hijo”.

TODO. Y es realmente muy heavy.

Es la sensación de estar caminando en un suelo de madera con la esperanza de que ninguna pieza rechine, mientras todos duermen. Porque sabes que ese ruidito podría ser fatal.

Ser mamá es duro. Es hermoso, pero también muy duro.

La presión a la que te enfrentas, los cambios a los que debes adaptarte, el auto-cuestionamiento, la auto-exigencia son solo una minúscula parte de lo más duro o menos bonito que tenemos que meter en nuestra enorme y maravillosa bolsa de ‘Maternidad’.

Espero realmente que no suene a queja, sino más bien a “suelto esto porque SÉ que finalmente me hará sentir mejor, y así podré libremente continuar”.

Mamás, no seamos tan duras, no sean tan severas consigo mismas. Mantengamos una relación saludable con nuestra niña interior. Puede que incluso a veces eso signifique dejar cosas atrás y sanar, para poder darle lo mejor de nosotras a nuestros hijos. Aflojemos un poquito la expectativa para poder conectar con nuestro amor propio, nuevamente florecer y criar con amor. Sentirnos bien es demasiado importante.

Cuidarnos a nosotras mismas nos permite cuidar de otros. Amarnos a nosotras mismas nos da sin duda, la facultad de amar a otros.

External link
OH HEY, FOR BEST VIEWING, YOU'LL NEED TO TURN YOUR PHONE