Mamá-ntando —

La historia de mi lactancia
Durante un tiempo creí haberme preparado ‘suficientemente’ para amamantar. Me propuse practicar lactancia materna exclusiva con Liam como método de alimentación, y solo eso.
Yo solita leí y leí, busqué videos, en español, en inglés, imágenes, etc. Todo lo que pudiera ayudarme a simplificar un poco más toooodo el conocimiento sobre el método que había elegido, con el plan de que fuese lo más exitoso posible.
Liam nació mucho antes de lo esperado, y muchos saben que yo no tenía preparado ni el bolso del hospital (en serio).
Pero yo me sentía ‘preparada’ para amamantar. Ja.
Como él se adelantó unas cuantas semanas, muchos miedos pasaban por mi cabeza. Todo eso, más los nervios y la ansiedad del trabajo de parto.
Nació y rápidamente me informaron que debía permanecer unas horas en el NICU.
Mientras estuvo en cuidados intensivos neonatales; me dijeron específicamente, que el tiempo que necesitaba pasar en observación era para supervisar su desarrollo alimentario.
Por nacer unas semanas antes, era muy probable que le costase comer por sí solo. Que le fuese difícil agarrarse al pezón, e incluso que el tragar y succionar, eran tareas que podían llegar a ser trabajosas para él.
Hicimos el ‘método de canguro’ desde el primer momento en que nació, pero fue hasta una hora después que pude pegarlo a mi seno izquierdo por primera vez.
Tenía la boquita más preciosa y chiquita del mundo, pero sí. Costaba mucho el ejercicio de succión.
Se quedó dormido muy rápido, sin embargo, decían que lo hacía bien. Que juntos lo hacíamos bien.
Y yo empecé a pensar que quizá los tutoriales en YouTube no me habían preparado para esto. Para la realidad. Porque cada realidad es distinta. Cada vida es distinta.
Me sugirieron comenzar con una alimentación triple y programada. Consistía en amamantar una media hora para reforzar el ejercicio de succión, extraerme leche con un extractor doble por unos 10 - 20 minutos (variaba entre horas), y luego darle lo que me había extraído. Todo esto cada 2 a 3 horas. Máximo.
Al principio pude entregarle todo el calostro que mi cuerpo produjo para él, conforme pasaron los días, bajó mi leche y poco a poco fue transcurriendo mi estadía en el hospital (3 días).
Conté con las mejores atenciones, la máxima orientación de consultoras de lactancia, enfermeras, etc.
El verdadero desafío fue llegando a casa, porque aunque nuestra programación de alimentación la seguía al pie de la letra, el cuerpo a veces nos hace malas jugadas.
Se me obstruyeron los conductos mamarios, me apareció un absceso debajo del brazo, Liam se quedaba dormido el 80% de las veces que lo alimentaba, semanas más tarde tuve fiebre, coincidió con su primer brote de crecimiento, algunas veces prefería tetero en lugar de mi pecho. Sinceramente yo no podía más.
No era lo suficientemente fuerte ni física ni mentalmente. Mi agotamiento era evidente, y yo no sabía qué hacer.
Supongo que tuve que armarme de paciencia y entereza, porque hoy en día miro hacia atrás y no sé cómo lo hice.
Es la mayor muestra que me he dado a mí misma de que todo pasa. Es cuestión de tiempo.
Hoy en día, a 4 días del segundo mes de vida de Liam, puedo decir que todavía no me siento ‘preparada’ para decir que mi lactancia ha sido -o está siendo- completamente exitosa.
Cambiamos un par de cosas; decidí cambiar la alimentación programada a lactancia a libre demanda, y con el extractor, no pongo horario, trato de extraerme leche cada que puedo.
Hay días difíciles, días en los que lloro, y él llora, y quiero rendirme, y duele mucho. Porque quiero darle todo lo mejor de mí. Pero también quiero estar en una buena posición ahora no solo física y mental, sino también emocionalmente.
Porque la conexión, el vínculo que he podido crear junto a mi hijo y el amamantarlo, ha sido de otro mundo. Tan natural, como con sus cosas buenas, malas, bonitas y no tanto.
Aún así, me siento orgullosa de mi voluntad y disposición, todos los días puesta en pie para dar, dar, y dar. Sin importar.
Mi consejo es; por más que te prepares para algo, para lo que sea en la vida; el no prepararse, es un ejercicio mucho más gratificante.
Te permite activar ese instinto de supervivencia que tenemos allí. De querer sobrepasar cualquier situación que nos haga sentir indefensos, incapaces.
Este viaje ha sido inexplicable. No sé en realidad cómo nos irá en adelante, pero el punto es que por ahora me lo disfruto como puedo.
Tampoco me cierro a cualquier otro método o técnica, si dada la situación, necesito optar por ello.
En el mundo de la lactancia, pienso yo, no se debe ser radical. El trabajo de madre lo puede hacer cualquiera que se preocupe por alimentar a sus hijos de la forma en la que sus hijos lo necesiten.
Yo por mi parte, he hecho y sigo haciendo todo lo que puedo, no lo que siento que ‘debo’ según lo que uno ve o lo que dicen. Y siempre acompañado de mi mejor amigo, mi instinto.
Juzgar, señalar, comparar, no es bonito, ni tampoco está bien.
Hay que abrazarnos más como mujeres y como madres, reconocer la maternidad como el trabajo más complejo que existe, y que todo lo que hacemos por nuestros hijos y su futuro, es maravilloso.